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lunes, 15 de junio de 2020

PONER LA OTRA MEJILLA

Hoy lunes 15 de junio, el evangelio nos plantea poner la otra mejilla. Que planteo nos hace el Señor, casi imposible de realizar... Devolver amor cuando nos hacen daño, cuando nos hacen mal. Seguramente lo sentimos como una gran debilidad, difícil de superar...San Pablo en 2Cor, nos habla de su propia debilidad y de su ruego insistente al señor para poder superarla. Y Jesús le responde ante la debilidad, "te basta mi Gracia, por que mi poder, triunfa en la debilidad"... 
Entonces tengamos siempre presente, que solo con la gracia de Dios podemos superar cualquier debilidad, frustración o rencor, El es nuestro remanso, en El depositamos nuestras debilidades, El es fuente de Amor.  




jueves, 11 de junio de 2020

ORGULLO Y VANIDAD

David Blázquez León a Twitter: "Mejor no dar de comer al #EGO ...
11 de Junio

La vanidad y el orgullo son causa de muchas tristezas y alejan la alegría del Espíritu Santo. Por eso, cuando vemos que el orgullo quiere apoderarse de nuestro interior, es bueno que nos detengamos a preguntarnos con sinceridad: "¿Es tan importante que me alaben o me critiquen? ¿Acaso soy el centro del universo?"


Y si estoy sufriendo con el orgullo herido porque me han humillado, puedo preguntarme: "¿Acaso no pasará también esta humillación o este fracaso como han pasado tantas otras cosas? ¿No es verdad que todo pasa?" Y puedo repetir: "Todo pasa. Y esto también pasará. Se lo llevará el viento y pronto no tendrá importancia".


Entonces puedo entregarme de lleno a una tarea con libertad interior, no por las caricias que eso pueda aportarle al orgullo. Puedo hacer algo bueno, pero no por orgullo, sino porque reconozco la dignidad que Dios me da y no quiero desperdiciar los dones que el Dios de amor me ha regalado para mis hermanos. Lo hago porque deseo responder a ese amor, y por eso soy capaz de ilusionarme con algo nuevo para el bien de los demás.


Además, si buscamos la aprobación ajena, cuando no recibimos de los demás el reconocimiento que esperamos, comenzamos a sentirlos como competidores. Rumiamos nuestro rencor en la soledad, incapaces de vivir en fraternidad. O procuramos cada vez más llamar la atención para que no nos ignoren, y terminamos molestándolos y arrastrándonos ante ellos, reclamando que nos tengan en cuenta.


Es mejor pedirle todos los días al Espíritu Santo que nos libere del orgullo y de la vanidad, que no sirven para nada. No vale la pena darle importancia a los reconocimientos ajenos. Se los lleva el viento, y no nos dejan nada.


Texto extraído del Libro: “Los Cinco  Minutos del  Espíritu Santo” Autor: Víctor Manuel Fernández. Editorial Claretiana (Argentina).

martes, 2 de junio de 2020

Imaginando el cielo


por Pbro. Leandro Bonnin

¿Cómo será el cielo que Dios nos tiene preparado? ¿O deberíamos decir el Paraíso o la casa del Padre? El autor de estas líneas se lo ha imaginado y su imaginación nos da unas pistas.

Yo me imagino el Cielo como un abrazo tierno de mamá, o los brazos de papá arrojándome hacia arriba y recibiéndome entre risas y gritos de vértigo.

Yo me imagino el Cielo como un día feliz de la infancia, con los abuelos, los tíos, los hermanos y los primos, con abundante comida y una sobremesa llena de chistes y discusiones serenas y divertidas, llena de sonrisas de niños inquietos e inocentes.

Yo me imagino el Cielo como un estupendo partido de fútbol, lleno de toques de primera, de gambetas lujosas, de atajadas imposibles, de goles artísticos y de empates emotivos por ambos equipos festejados.

Yo me imagino el Cielo como una sucesión ilimitada de momentos de asombro ante la Verdad recién descubierta, como cuando en la escuela o el colegio entendías por primera vez un problema difícil y te "daban" las cuentas de manera perfecta.

Yo me imagino el Cielo como un viaje sin final hacia paisajes cada uno más hermoso que el anterior, en compañía de personas amadas.

Yo me imagino el Cielo como una inmenso coro de voces afinadas y dulces, envuelto por el sonido sutil y potente de una orquesta armoniosa, entonando todos juntos un Aleluya exultante o un Regina Coeli tierno, o también como una chacarera vigorosa, o una zamba sentida.

Yo me imagino el Cielo como una "juntada" con amigos, alternando pavadas con reflexiones profundas, recordando el pasado con pícara ironía, experimentando la suprema sensación de sentirse comprendido, "un cor et anima una".

Yo me imagino el Cielo como un ininterrumpido mirar a los ojos a alguien que te ama con pureza, perdiéndote en esa mirada y a la vez encontrándote en ella, experimentando el ser amado y el amar como LA VERDAD, tu Verdad.

Yo me imagino el Cielo como un constante hablar a todos del Dios Verdadero que nos ha Salvado a través de su Hijo.

Yo me imagino el Cielo como aquellas Misas entrañables donde Su Presencia es tan potente que te abruma, donde sientes que el Cordero está allí, vivo y vivificante, y que todo, de pronto, se vuelve claro.

Imaginar el Cielo como todas las alegrías de este mundo, multiplicadas al infinito, no nos da siquiera una pequeña idea de lo que "ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino al corazón del hombre… aquello que Dios tiene preparado para aquellos que le aman".

Imagínate el Cielo, y vas a descubrir que vale la pena ser fiel, cueste lo que cueste.