El mundo actual nos ofrece tantos placeres como sustitutos, distrayendo al hombre en su búsqueda de lo verdadero, de lo esencial, de lo inmutable. En el tiempo moderno, en el que se ha proliferado el relativismo, se oprime cada vez más la cuestión de la única verdad absoluta.
En lugar de ello, se presentan verdades a medias, que jamás podrán saciar al hombre en su sed de verdad. Se le dice que debe disfrutar de su vida, sin cuestionarse acerca del sentido más profundo de su existencia.
De hecho, se le presentan los goces de la vida como la meta de la misma. Así lo expresaba una publicidad atea en Europa: “Probablemente Dios no existe; deja de preocuparte y disfruta la vida.”
Dios permite que sintamos el vacío interior que resulta de una vida que no está enfocada en Él, recordándonos así que cuando el hombre se aleja de Dios, vuelve cada vez más a aquella nada de la que surgió...
(Extraído de las meditaciones diarias del hermano Elias...)