(Pintura del Museo del Prado- Bartolome Murillo)
Un resplandor del cielo le hizo caer al suelo a Pablo, dejándolo ciego cuando él y sus acompañantes cabalgaban hacia Damasco. Al mismo tiempo oyó una voz que decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» .
El respondió: ¿Quién eres tú Señor?
"Yo soy Jesús a quien tú persigues. Pero ahora levántate; entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tendrás que hacer"...
¿No hemos experimentado de alguna manera, ese rayo de luz? Ese que hizo vibrar nuestro corazón y al mismo tiempo, nos llenó del Espíritu Santo, haciéndonos caer las escamas de los ojos del alma... Y así poder ver la nueva realidad, la del amor misericordioso de Dios que nunca defrauda, que esta junto a nosotros como buen amigo y nos invita con ternura a ser testigos de su Amor...
Para este cambio de mentalidad, "Metanoia", debemos estar dispuestos a dejarnos transformar totalmente por Él, a despojarnos del hombre viejo y a cooperar en este proceso de transformación.
No debemos tener miedo a perder nuestra esencia, porque Dios nos ha creado y nos pensó para un propósito en la vida. Y como Pablo, nosotros debemos confiar y dejarnos guiar por el Espíritu...
Este episodio de la vida de San Pablo, es tomado por la tradición de la Iglesia, como el que mejor representa el tema espiritual de la conversion. De modo que la expresión camino de Damasco ha pasado a ser sinónimo de «conversión».
Pidamos ayuda al Señor, para poder alcanzar una verdadera transformación, para que así, poco a poco, vaya creciendo en nosotros, ese compromiso necesario para una profunda conversion...
Amen.
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