EPIFANIA DEL SEÑOR O FIESTA DE LOS REYES MAGOS
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EPIFANIA DEL SEÑOR O FIESTA DE LOS REYES MAGOS
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Hagamos presente el
Reino de Dios con nuestro amor. Dejemos que Jesús nos enamore otra vez en este
día, para que no pasemos de largo cuando lo veamos sufrir en los otros…
Él nos evaluará solo por el amor que dimos, por si nos hicimos cargo o no del sufrimiento ajeno...
Copiemos a quien decía…
«Nosotros, los que estamos en una posición desahogada, miremos a los que se
ahogan en su posición» ...
(Extraído de la Solemnidad de Cristo Rey, por P. Rodrigo Aguilar)
¡Esperemos y recibamos al Señor!
El verdadero
Cristo, el Hijo único de Dios, no volverá más sobre la tierra. Si alguien
viene en los desiertos, como una aparición, no salgas a verlo. “Si alguien
les dice entonces: "El Mesías está aquí o está allí", no lo crean”
(Mc 13,21). No mires más hacia abajo, hacia la tierra. Ya que el Maestro
descenderá desde los cielos. No solo como antes, sino con una numerosa
compañía, escoltado con miríadas de ángeles. No como la secreta lluvia sobre
el vellón, sino como el relámpago que brilla con esplendor. Dice “Como el
relámpago que sale del oriente y brilla hasta el occidente, así será la
Venida del Hijo del hombre” (Mt 24,27). Y también “Verán al Hijo del hombre
venir sobre las nubes del cielo, lleno de poder y de gloria… Y él enviará a
sus ángeles para que, al sonido de la trompeta, congreguen a sus elegidos de
los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte” (Mt
24,30.31). (…) |
Esperemos y
recibamos al Señor que viene desde el cielo, sobre las nubes. Entonces
sonarán las trompetas angelicales. Los que descansan en Cristo resucitarán
primero. Entre los vivos, los que practican la piedad serán elevados en las
nubes y recibirán el premio por sus pruebas, un homenaje más que humano
porque han soportado combates sobrehumanos. Así lo escribe el apóstol Pablo:
“Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de
Dios, el mismo Señor descenderá del cielo. Entonces, primero resucitarán los
que murieron en Cristo. Después nosotros, los que aún vivamos, los que
quedemos, serenos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro
de Cristo, y así permaneceremos con el Señor para siempre” (1 Tes 4,16.17). |
LA MEMORIA
DE LOS DIFUNTOS (Por GIANCARLO PANI)
Ante tal desolación, el hombre está
llamado a interrogarse sobre el sentido de la vida y, al mismo tiempo, sobre el
sentido del fin. El creyente, aunque iluminado por la esperanza de la
resurrección, no sabe nada de lo que le espera una vez que cruce el umbral del
más allá. Sólo le sostiene una certeza, expresada con gran eficacia por Juan de
la Cruz:
«Lo que sucederá al otro lado cuando
para mí todo se vuelva hacia la eternidad, no lo sé.
Creo; sólo creo que me espera un Amor.
Sólo sé que entonces, pobre y
desahogado, tendré que hacer balance de mi vida. Pero no desespero, porque
creo, realmente creo que me espera un Amor».
La fe en este Amor no puede dejar de
orientar nuestra vida al amor, al seguimiento de Jesús, que vivió en el amor y
por amor afrontó la muerte.
Para entrar en la vida que el Señor nos
da, debemos pasar por el «morir»: como Él y con Él.
Jesús comparte la misma suerte que
nosotros y muere como nosotros, aunque su muerte es distinta: para nosotros es
consecuencia de ser criaturas y del pecado, para él en cambio es una «entrega» (Gal 2,20; Ef 5,2), un «darse a sí mismo» por nuestra
salvación (cfr. Jn 19,30). Para que no se pierda ninguno de los
que el Padre le ha confiado y lo resucite en el último día (cfr. Jn 6,39).
En esta perspectiva, la Iglesia nos
invita a rezar por los difuntos. En cada celebración de la Misa, la Iglesia
invoca el perdón divino: «Acuérdate también de nuestros hermanos que se
durmieron con la esperanza de la resurrección y de todos los que han muerto en
tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro»[4]. A partir del siglo X, la oración se eleva el día
después de la fiesta de Todos los Santos: en la celebración solemne, el
sacerdote recuerda, además de aquellos por quienes se ofrece la misa, a todos
los difuntos cuya fe ha conocido el Señor. De este modo, se nos invita a rezar
por nuestros seres queridos y por aquellos en los que nadie piensa ni reza.
El Nuevo Testamento afirma que el
encuentro con Dios implica un juicio final sobre la persona y sobre la
historia, donde el juez es Jesús y la norma del juicio es la relación personal
con Él. En la parábola del juicio del Evangelio de Mateo, el Señor declara:
«Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos,
lo hicieron conmigo» (Mt 25,40). Se trata de los hambrientos, los
sedientos, los excluidos, los enfermos, los encarcelados, los necesitados de
ayuda: cada «hermano pequeño» representa el rostro del Señor.
En la
celebración de la Misa y en el «Ave María» pedimos que la hora de nuestra
muerte nos encuentre en condiciones de recibir el perdón divino y de acoger el
amor de Aquel que se hizo hombre para salvarnos y murió y resucitó por
nosotros. La última palabra de la vida, y de nuestra historia, no es, pues, la
muerte, sino una existencia nueva, como resucitados, en comunión con el Señor
Jesús.
(Extraído de: La
Civiltà Cattolica 2023)
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
Amén.
Stabat Mater (traducido del latín significa “Estaba la madre”) es un himno católico del siglo XIII atribuído al fraile franciscano Jacopone da Todi. Esta plegaria, que comienza con las palabras Stabat Mater dolorosa (estaba la Madre sufriendo), medita sobre el sufrimiento de María, la Madre de Jesús, durante la crucifixión de Éste.
Stabat Mater es una de las composiciones literarias a la que más se le ha puesto música; cerca de 200 compositores diferentes. Múltiples compositores de distintas épocas, de género, de estilos y de visión musical han compuesto en base a este texto medieval. Entre los Compositores se cuentan Rossini, Franz Liszt, Krzysztof Penderecki, Giovanni Pierluigi da Palestrina, Francis Poulenc, Domenico Scarlatti, Antonio Vivaldi, Alessandro Scarlatti y Antonín Dvorák, siendo el más famoso el de Pergolesi.
10 DE AGOSTO SAN LORENZO
Diacono y Mártir
Dios y Padre Nuestro,
Fortalece con la gracia del Espíritu Santo
A todos los Diáconos de tu Iglesia,
para que desempeñen con alegría,
fidelidad y en espíritu de comunión eclesial
su ministerio pastoral,
siguiendo los pasos de tu Hijo Jesucristo,
"que no vino a ser servido, sino a servir y
dar su vida en redención de la humanidad"
Te pedimos por las familias de los diáconos
casados,
para que sean auténticas "Iglesias
domésticas",
según el ejemplo de la Sagrada Familia de
Nazaret,
y de ella surjan vocaciones sacerdotales y
religiosas.
¡Virgen María, Madre de la Iglesia
y Reina de los Apóstoles,
ruega por los ministros del Señor!
¡San Lorenzo, diácono y mártir,
ruega por los diáconos servidores del pueblo de
Dios!
Amén.
Hoy 25 de julio es la fiesta del Apóstol Santiago, patrono de España. Por él llega la evangelización a la península Ibérica, para luego llegar a nosotros, a partir del descubrimiento de América...
Seguramente Santiago, con las penurias que paso en esas tierras tan lejanas, que era para ese entonces el confín del mundo, que lo llevo a casi claudicar, pero allí se hizo presente la Madre del Señor, en su primer aparición, (en la advocación de la Virgen del Pilar) que aun estando en vida, lo animo a no bajar los brazos y seguir en la importante tarea evangelizadora.
Santiago, apodado por el Señor como uno de los hijos del trueno, por ser muy luchador , de un genio impulsivo e impetuoso, a través del Espíritu Santo, se fue moldeando su carácter, hasta llegar con su palabra a todos los corazones, siendo guía y modelo del actuar cristiano, como lo refleja su carta...
Entre uno de los pasajes del evangelio, hoy destaca la Liturgia, la respuesta de Jesús ante el pedido de la madre de los Zebedeos y la reacción de los Discípulos... "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. |
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; |
y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: |
como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud". |
VER PARA CREER...
«Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré.»...
No vamos a criticar al pobre Tomás, pero su incredulidad se transforma para nosotros en oportunidad para aprender qué es la fe, a confiar y creer en esta realidad de que Jesús está vivo realmente entre nosotros. Aunque no veamos a Jesús con nuestros ojos, el testimonio de que otros lo hayan visto debería bastarnos para creer, el testimonio del cambio de sus vidas. Y, de hecho, nos basta para creer, porque ni vos ni yo lo vimos pero vos y yo creemos. Hoy somos millones los que creemos en Jesús y lo fueron a lo largo de la historia. Sin embargo, solo unos pocos lo vieron con sus propios ojos y lo tocaron con sus manos.
¡Qué locura!, ¿no? ¿Te pusiste a pensar en eso alguna vez? ¿Cuántos corazones fueron y son felices en esta tierra por haber creído sin ver? Incontables. Está bueno que nos preguntemos todos: ¿soy feliz por creer sin ver o sigo desafiando a Jesús para que se me presente en vivo y en directo? ¿Somos felices de creer en alguien que jamás vimos pero que nos habla al corazón, que nos consuela como nadie, que nos guía en el silencio y que nos anima a no bajar nunca los brazos, que nos da la fuerza para amar cada día?
No sigamos buscando porqué a tantos porqués de nuestras vidas. ¿A qué me refiero? Me refiero a que ya está. Seguro que vos y yo ya sabemos que Jesús está, ya lo experimentamos. No le demos más vueltas. Los muchos porqués hay que dejarlos para la ciencia y son necesarios, pero ese es otro tema. Jesús está siempre en nuestra vida y que, está en miles de personas, nos dé hoy la fuerza para seguir creyendo y amando. Que nos ayude a seguir luchando para darnos cuenta de su presencia.
Todos podemos tener dudas. Todos pudimos desafiar alguna vez a Jesús como lo hizo Tomás, pero también todos podemos ser más confiados. Todos podemos dejar de cuestionar tanto. «En adelante no seamos incrédulos, sino hombres de fe». Hoy hablemos como Tomás y en algún Sagrario de este mundo, o si no, en el corazón, donde está Jesús, digámosle con fe y alegría: «¡Señor mío y Dios mío!» «¡Señor mío y Dios mío!».
(Extraido de Algo del Evangelio)
Hoy, 3 de mayo, la Iglesia recuerda a los santos Apóstoles Felipe y Santiago, quienes formaron parte del grupo de discípulos más cercanos a Jesús. Ambos coronaron sus vidas, dedicadas al anuncio de la Buena Nueva, a través del martirio. Ese fue el signo de su fidelidad absoluta al Maestro, Jesús de Nazaret.
Felipe nació en Betsaida y, antes de seguir a Jesús, fue discípulo de Juan el Bautista. Fue uno de los primeros llamados por el Señor.
Después de la Ascensión, junto al resto de Apóstoles y la Virgen María, Felipe recibió el Espíritu Santo en Pentecostés. Posteriormente partió a la región de Frigia (ubicada hoy entre Turquía, Hungría, Ucrania y el este de Rusia) para anunciar la Buena Noticia a las gentes de esas tierras.
San Felipe murió apedreado y crucificado en Hierápolis. En el siglo VI sus reliquias fueron llevadas a Roma y colocadas en la Basílica de los Doce Apóstoles. Antiguamente el martirologio romano celebraba su fiesta el 1° de mayo, pero esta se desplazó al día tercero del mes.
En la Escritura Santiago recibe el sobrenombre de “el Hijo de Alfeo”. También se le conoce como “el primo del Señor”, porque su madre era pariente de la Virgen María. A él se le atribuye la autoría de la primera epístola católica. En esta se encuentra consignado uno de los principios más importantes de la vida cristiana: “La fe, sin obras, está muerta”.
En los Hechos de los Apóstoles se le describe como un personaje muy querido de la Iglesia de Jerusalén, a quien se le llamaba con frecuencia “el obispo”. San Pablo lo menciona en su Carta a los Gálatas, poniéndolo al lado de San Pedro y San Juan. Además, el Apóstol de Gentes comenta que después de su conversión quiso ver a Pedro, pero no encontró en la ciudad a ningún discípulo sino a Santiago. En su última visita a Jerusalén, Santiago fue directamente a su casa -la casa de Santiago-, donde se reunió con todos los jefes de la Iglesia de Jerusalén (Hch 21,15).
A veces se designa a Santiago como “el que intercede por el pueblo”. Según la tradición, este Apóstol recibe este sobrenombre debido a que oraba siempre pidiendo perdón a Dios por los pecados de su pueblo.
La misma tradición conserva el relato de un episodio en el que Santiago fue causa de escándalo entre fariseos y escribas. El Sumo Sacerdote Anás II, aprovechando la concurrencia que se presentaba en la fiesta judía, lo interpeló diciendo: “Te rogamos que, ya que el pueblo siente por ti gran admiración, te presentes ante la multitud y les digas que Jesús no es el Mesías o Redentor”. Ante este pedido, Santiago respondió: “Jesús es el enviado de Dios para salvación de los que quieran salvarse. Y lo veremos un día sobre las nubes, sentado a la derecha de Dios".
Entonces los sumos sacerdotes -enfurecidos por su respuesta ya que temían que los judíos se convirtieran al cristianismo- mandaron capturar a Santiago y lo llevaron a la parte más alta del templo. Desde allí lo echaron hacia el precipicio. El Apóstol cayó de rodillas y murió mientras repetía las palabras de Cristo: “Padre Dios, te ruego que los perdones, porque no saben lo que hacen".
(extraido de:aciprensa.com)
ORACIÓN
Señor: Te pedimos por la intercesión de los Santos Felipe y Santiago, Apóstoles y Mártires, nos concedas la Gracia de vivir esta vida terrena, caminando siempre a tu lado y recibiendo tus enseñanzas, para así, poder trasmitirlas a nuestros hermanos, como lo hicieron ellos, para la Gloria de Dios Padre.
Amen.
San Pedro cita a menudo el nombre de Marcos. En su primera Carta, por ejemplo, leemos: “La iglesia en Babilonia, que ha sido elegida como ustedes, los saluda, lo mismo que mi hijo Marcos” (1Pt 5,13). Aparece también en los Hechos de los Apóstoles (12,12), después de que Pedro fuera liberado milagrosamente de la prisión: “Al advertir lo que le había sucedido, se dirigió a la casa de María, la madre de Juan, llamado Marcos, donde un grupo numeroso se hallaba reunido en oración”.
Después de la muerte de Pedro, se pierde la pista de Marcos. Una antigua tradición lo sitúa en Egipto como evangelizador y fundador de la Iglesia en Alejandría. Otra, refiere que antes de ir a Egipto viajó a Aquileia (en el norte de Italia) para ocuparse de la evangelización de la zona nordeste del Imperio. Allí convirtió a Ergamora, que fue el primer obispo de la ciudad. Tras salir de Aquileia, parece que, a causa de una tempestad, llegó a las islas Rialtinas, núcleo originario de la futura ciudad de Venecia. Allí soñó con un ángel que le prometió que en esa tierra dormiría en espera del último día.
El evangelista Marcos murió probablemente entre los años 68 y 72, en Alejandría de Egipto. En los Actos de Marco (del siglo IV) está escrito que un 24 de abril los paganos lo arrastraron por las calles de Alejandría, atado con cuerdas por el cuello, y luego lo arrojaron a la cárcel. Allí fue confortado por un ángel. Al día siguiente sufrió el mismo tormento, y murió. Su cuerpo había sido destinado a las llamas, pero fue salvado por los fieles y sepultado en una gruta.
Desde allí fue trasladado, en el siglo V, a una iglesia. Según una leyenda, en el año 828, ante la amenaza de los árabes, dos mercaderes venecianos llevaron el cuerpo a su ciudad; y allí permanece sepultado en la Basílica dedicada a él. Algunas reliquias suyas se conservan también en El Cairo (Egipto), en la catedral de San Marcos, sede del Patriarca Copto Ortodoxo.
Marcos es considerado como “el taquígrafo” de san Pedro. Su Evangelio fue escrito entre los años 50 y 60. Según la tradición, transcribió la predicación de Pedro, dirigida principalmente a los primeros cristianos de Roma, sin elaborarla o adaptarla a un esquema personal. Por eso, su Evangelio posee gran vivacidad y claridad. Escribió en griego, la lengua más hablada en aquellos tiempos, con el objetivo de demostrar el poder de Jesucristo, Hijo de Dios, que se manifestó en numerosos milagros.
Las palabras del Evangelio de Marcos “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” indican claramente, según el Papa Francisco, qué quiere Jesús de sus discípulos.
San Marcos fue elegido como patrón principal de Venecia en el año 1071. A lo largo de los siglos, la ciudad permaneció indisolublemente ligada a su persona, hasta el punto de que el símbolo del evangelista, el león alado, se convirtió en el símbolo de la ciudad.
San Marcos es también patrón de los notarios, los vidrieros y los ópticos. Es venerado como santo por varias iglesias cristianas, además de la católica, entre ellas la Ortodoxa y la Copta, que lo considera su patriarca.
(Extraído de Vatican News)
ORACIÓN:
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"Conviertete y cree en el Evangelio"
o "Recuerda que del polvo venimos y al polvo vamos"...
Con cualquiera de estas frases, el ministro nos imponen las cenizas en nuestra cabeza. Para ello, nos preparamos comenzando la cuaresma con el ayuno, la oracion y con el espiritu de reflexion y caridad...
Asi comenzamos a trasitar, los cuarenta dias que nos llevaran a la semana mayor de la cristiandad...
La Semana Santa... Pasion, Muerte y Resurreccion de Nuestro Señor Jesucristo...
Gracias a su Amor infinito, nos ha abierto las puertas a la Vida Eterna y está en nosotros responder a su Amor, poniendo toda la confianza y nuestro amor a su servicio...
Pidamos a Dios nuestro Señor su ayuda, para poder trasitar este camino, preparando nuestros corazones para poder vivir esta cuaresma, como un tiempo de preparacion, perdón y comunion con nuestros hermanos...
Sobre todo, con los que mas lo necesiten!
Amen.
El Papa, en el Ángelus de hoy…
En el inicio de su
alocución, desarrolló el significado del concepto "dar cumplimiento",
al citar las palabras de Jesús: "No piensen que he venido a abolir la Ley
o los Profetas; no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento" (Mt
5,17).
Jesús nos hace
comprender que las reglas religiosas son útiles, son buenas, pero son solo el
inicio: para darles cumplimiento, es necesario ir más allá de la letra y vivir
su sentido”.
El Papa remarcó que este problema no existía solo en tiempos de Jesús,
sino también hoy.
“A veces, por ejemplo, oímos: "Padre, no he
matado, no he robado, no he hecho daño a nadie...", como diciendo: ‘Estoy
bien’”.
Introduciendo una distinción importante, el Pontífice puntualizó que
“esta es la observancia formal, que se conforma con el mínimo indispensable, mientras que Jesús nos invita al máximo posible”.
Francisco recordó que “Dios no razona con cálculos y tablas; Él nos ama
como un enamorado: ¡no hasta el mínimo, sino hasta el máximo! No nos dice:
"Te amo hasta cierto punto".
“El verdadero amor nunca llega hasta un punto
determinado y nunca se siente satisfecho; el amor va más allá, no puede hacer
menos. El Señor nos lo mostró dando su vida en la cruz y perdonando a sus
asesinos (cf. Lc 23,34). Y nos ha confiado el mandamiento que más aprecia: que
nos amemos unos a otros como Él nos ha amado (cf. Jn 15,12). ¡Este es
el amor que da cumplimiento a la Ley, a la fe, a la vida!”.
Por último, el Pontífice animó a los fieles a preguntarse:
“¿Cómo vivo mi fe? ¿Es una cuestión de cálculo, de formalismo, o es una
historia de amor con Dios? ¿Me conformo con no hacer el mal, con mantener
"la fachada", o intento crecer en el amor a Dios y a los demás? Y de
vez en cuando ¿me confronto a mí mismo con el gran mandamiento de Jesús, me
pregunto si amo a mi prójimo como Él me ama? Porque tal vez somos inflexibles
para juzgar a los demás y nos olvidamos de ser misericordiosos, como Dios lo es
con nosotros”.
“Que María, que observó perfectamente la Palabra de Dios, nos ayude a
dar cumplimiento a nuestra fe y a nuestra caridad”, concluyó el Sucesor de
Pedro.
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